Ya estábamos casi a mitad de camino,
sentados en
la rambla estival, en otras épocas avalancha que arrasa y limpia, cuando la voz más joven conmovió mi alma de
rabia y piedad:
"Por un perro, ¿Nos
vamos a quedar tiradas aquí treinta
personas? Vámonos y empecemos a subir."
conocidos
senderistas,
camino
hacia Montmayor, parada en la Cueva Santa, por si aparte de la ansiada cena,
se producían dos milagros:
La vuelta de la imagen hurtada,
y la resurrección de la perrita envenenada.
"Allí
acurrucada está sin poderse levantar;
y ella, toda preocupada,
teléfono en mano, pidiendo auxilio."como si de una despedida purificadora se tratara.
Impotentes,
y desespero,
recordando a heroínas de antaño mesándose los cabellos,
ante la tragedia.
de ver caer fugaces las estrellas en la madrugada de las perseidas,
sólo pudo abrazar con un llanto de confusión y dolor
la tristura en los ojos de Ana,
soledad en herida,
silencio en la mirada.
Los dioses le habían ayudado:
casco de Hades, de Atenea escudo,
hoz de Zeus, de Hermes espada.
aunque se cumpliese el oráculo:
disco en mano, muerte de tu abuelo,
linaje hermoso de Dánae,
lluvia de oro,
nacimiento y juventud de héroe.
y la barbarie del humano.
por si aún le servía de guía y cobijo.
y la oscuridad de una esperanza.
cueva sacra, cueva cerrada,
estómagos saciados
y la libreta azul para el homenaje de palabras sinceras,
letras forzadas,
pensamientos vacíos,
poesía en la noche,
llanto en el cielo.
monte quemado,
simulacro en noche oscura.
Pasamos por el calvario solitario y fragmentado.
Una parada, una foto de recuerdo
sobre la piedad de una Virgen dolorida
y el estruendo de un hijo crucificado.
y a tu dueña herida, también.
la más bella.
Boca
arriba, tumbados sobre cemento,
más
ilusión que sueño,fijos nuestros ojos en el firmamento.
Desesperados por localizar la constelación Perseo,
ansiosos por ver caer fugaces estelas cerca,
consumidas pasan sin poder contabilizar más de siete.
Seguro
que San Lorenzo dejó verter más lágrimas
por
su fe que por su cuerpo martirizado.va bajando hasta nuestra plegaria rezando:
"Era nuestro perro
y era la ternura,
esa que perdemos cada
día más.
(...)
Era el callejero de las
cosas bellas
y se fue con ellas
cuando se marchó,se bebió de golpe todas las estrellas,
se quedó dormido y ya no despertó¹."
Miguel González Sanchís
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